21 octubre 2014


"Por esos días empezó mi enfermedad. La enfermedad que me aquejaría desde entonces hasta hoy. Dolores de cabeza. Náuseas súbitas. Taquicardia. El mareo, semejante al que me sobrevino en la cima de la columna de lava en la isla de James. Repentinos pánicos sin aparente razón, pánicos por nada.

Un síndrome, una estampida de dolores y terror, que me asaltaba agregando sus síntomas en desorden, y me hacía moverme de mi escritorio palpando las paredes para no caer de rodillas, o me asaltaba mientras caminaba entre los árboles del parque y me hacía buscar, tambaleándome de un tronco a otro, la banca más cercana para no derrumbarme como un pordiosero en el pasto.

Emma opinó que yo era un hipocondríaco. Luego me concedió que tal vez un insecto me había mordido durante mi viaje en el Beagle, tal vez en tierras tropicales, y me había infectado la sangre de una enfermedad latente, que apenas ahora afloraba.

Luego de auscultarme en su consultorio, el médico me diagnosticó como neurasténico. Una forma elegante de decir: No sé qué demonios aqueja al paciente. Y me recetó compresas frías en la frente y baños con hielo en el agua y otra serie de placebos que usé, sin efecto.

Emma sugirió entonces que fuéramos a un clérigo exorcista, para que me sacara a Satanás del cuerpo. Preferí ser neurasténico."


Sabina Berman, El dios de Darwin

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre Darwin hay una novela adictiva que se llama Hacia los Confines del Mundo, prueba.
Beso!
Jj

Glo dijo...

En algún momento, seguramente, le asaltaron algunas certezas que le hicieron sufrir más.

Una desventaja de esa adquisición evolutiva que es la conciencia.

chris dijo...

Decía yo, que como verás, sucede hasta en las mejores familias...

ah! y que este fragmento me lo debí saltar porque me molaba mucho más la otra historia.

Anónimo dijo...

"—¿Y de qué demonios has estado enfermo todos estos años? —preguntó con cariño Huxley, y supuse que su pregunta y su cariño eran irónicos, pues él sabía los pormenores del tumultuoso síndrome.
—Estás enfermo de miedo de Dios —afirmó cerrando el puño—. De miedo a un Dios en el que ya no crees. Estás enfermo del terror a la ausencia de un Dios creador de perfecciones y vigilante del orden. Estás aterrado por el nuevo Dios que El origen plantea, un topo ciego con un ojo encerrado dentro de la frente, el Dios de lo imperfecto, el Dios del azar ciego."

Sabina Berman, El dios de Darwin

Glo dijo...

¡Ay, esa prosa poética de las revelaciones divinas!