"A los cuarenta, por primera vez la vida que uno vivía, siempre provisional, se había vuelto la propia
vida, y esta coincidencia excluía todos los sueños e igualaba todas las ideas de que la vida real, aquella a la que uno estaba destinado, aquello grande que uno iba a acometer, estaba en otro lugar. A los cuarenta uno entendía que todo estaba allí, en lo pequeño y lo cotidiano, ya formado, y que siempre sería así, si uno no hacía algo. Apostar una última vez."
Karl Ove Knausgård, Un hombre enamorado
[traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo]